La envidia. Uno de los siete pecados capitales que yace en las profundidades de cada hombre de manera obscura. Algunas veces encontrado en las personas realmente en cantidades magnánimas, otras veces controlada, otras veces trabajada, pero siempre será parte de las creaturas del interior del ser. En lo particular encuentro muy interesante la descripción que aparece en Wikipedia por la claridad utilizada para describir la envidia:
La envidia es una emoción que ocurre cuando una persona carece de la cualidad, habilidad, logro o posesión de otra y la desea o desea que la otra persona carezca de ella (cualquiera de las dos). Aristóteles definió la envidia como el dolor ante la visión de la buena fortuna ajena, suscitado por los que tienen algo que todos deberíamos tener (Wikipedia, 2019).
Sebastiano Ricci (1659–1734)
En muchos casos los pecados capitales son descritos como una emoción interna ante una situación externa. En el caso de la envidia, se refiere a ese sentimiento que las personas experimentan cuando desean tener algo que consideran que ellas también deberían tener, pero también en casos extremos, cuando las personas hacen todo porque los demás dejen de tener eso que se desea para sí mismo. Es ese sentimiento de no querer regocijarse del éxito ajeno, de las posesiones ajenas, de lo que los demás tienen y que quisieran tener. Por el contrario, el envidioso se alegra por la desgracia ajena (Schadenfreude).
Pero, además, si alguien pudiera decir: “yo no quiero su casa, solo quiero tener otra casa igual así es que no soy envidioso” pero desea esa casa por competir con el otro, esto es envidia. O, si se quiere tener una casa mucho más bonita o lujosa o grande, o lo que sea, con tal de mostrarle al otro que ha sido superado, es envidia.
Recientemente me encontré con un video en YouTube acerca de los pecados capitales y cuál es el pecado que es considerado por muchos miembros teólogos católicos como el pecado más grave, y muchos coinciden que es el pecado más grave es el del orgullo o de la vanidad (pride). Desde mi punto de vista encuentro a la envidia como el más grave en términos terrenales. Es el pecado que más se esconde, el que menos se descubre hasta que ya es demasiado tarde para las víctimas alrededor del envidioso. A diferencia de los otros pecados capitales, la envidia es el que menos sale a relucir. Los demás son verdaderamente evidentes, desde la gula hasta la vanidad o el orgullo.
A diferencia de la envidia, los otros seis pecados capitales son fáciles de descubrir con relativa facilidad, pero la envidia, es la creatura del interior más oculta que un ser humano puede transportar en su interior, pues en caso de aflorarla o sacarla a relucir, el envidioso estaría evidenciando su inferioridad ante los demás de manera descuidada y eso no lo puede permitir la persona envidiosa. El ego subconsciente ha creado los mecanismos de defensa que jamás hayamos podido imaginar, y son esos mecanismos los que de forma especial y casi espectacular imperan cuando un envidioso entra en acción. Están ahí para ayudar a cualquier ser humano, pero especialmente al envidioso, a no aflorar el sentimiento de inferioridad ante los demás.
Por eso, desde mi punto de vista, la envidia es considerado el pecado más oculto y menos visible, es el que subyace en el fondo del abismo de cada persona envidiosa con el objetivo de que su inferioridad y ego fragmentado no salga a la luz, pues de hacerlo, quedaría evidenciada su verdadera personalidad minúscula y reducida. Ahí, en el fondo profundo del abismo del envidioso yace un deseo de despojar al otro de las carencias del otro y el sentimiento de no alegrarse por las posesiones de los demás, los logros de los demás, las cualidades de los demás, la esposa de los demás, la fortuna de los demás, la inteligencia de los demás, sin importar todo esto fue adquirido de manera fortuita o de forma merecida por la persona envidiada. El mérito de los demás es irrelevante, no mueve la aguja del envidiometro hacia abajo. El envidioso encontrará una justificación para invalidar internamente al envidiado por lo logros de éste.
Ciertamente alguien que puede tener un exceso de orgullo puede experimentar envidia, o cualquier otro pecado, pero el orgullo es más un movimiento interno, una creatura interna con repercusiones intrapersonales y no necesariamente que busca el daño ajeno al sentirse más que los demás, pero la envidia, por el contrario, se posiciona en el polo opuesto de las emociones y buscará más comúnmente hacer daño tangible o intangible a los demás. Uno es exógeno y otro endógeno por así decirlo.
La envidia es un proceso tóxico muy interno contrario al proceso utilizado en el pecado del orgullo. En algunas ocasiones incluso podríamos decir acerca del orgullo, que es una emoción positiva y de autoafirmación que surge cuando un individuo siente una sensación de satisfacción y éxito por sus logros, habilidades o cualidades. A diferencia de la envidia, el orgullo se centra en los propios logros o atributos en lugar de compararse con los demás. La envidia por otro lado es algo más tóxico pues busca el daño en el otro, ganarle al otro, la desposesión de lo que los otros tienen que se considera no deberían tener o que se tiene de manera inequitativa.
No se debe confundir la envidia con el deseo de superación que utiliza el trabajo personal para obtener lo que los demás tienen desde una perspectiva de mejora continua. Es común, e incluso hasta necesario, buscar para superarse y trabajar para obtener lo que alguien también está obteniendo a través del trabajo personal, pero la clave es no querer tener más que el otro tan solo por ganarle la carrera de la posesión de lo que se desea.
Si lo que se desea es tener más que el otro por el simple hecho de ganarle, hay envidia. Si el deseo de querer adquirir lo que el otro tiene o posee se genera por un movimiento saludable de superación personal, no es envidia, pues no se está buscando tener aquello que se desea solo por ganar la competencia de la posesión o para tratar de humillar (aunque sea internamente) al otro.
En cuestiones narcisistas, el narcisista siempre será envidioso. Es parte de su personalidad. La envidia es una manifestación del narcisismo, es un rasgo, es una emoción y comportamiento relacionado con el espectro narcisista. Con esto no quiero decir que todos los envidiosos padecen el trastorno narcisista, pero sí todos los narcisistas son envidiosos. El narcisista es un trastorno de la personalidad dentro del DSM-5 y se encuentra en el Cluster B de los trastornos de la personalidad. El narcisista carece de un ego o personalidad interna saludable por lo que de manera constante proyecta un yo falso que aparentemente es muy fuerte en lo externo pero muy frágil en el interior. En realidad, la personalidad del narcisista es sumamente vulnerable, disminuida, quebradiza, hipersensible y envidia lo que no tiene. Por ello incluso se entiende por qué el narcisista puede envidiar los logros de sus propios hijos.
El yo proyectado del narcisista es un yo que desea todo lo de los demás, quiere adquirir habilidades para su yo falso, o proyectado, con el fin de superar a los demás, permaneciendo en una competencia imparable. Por eso el narcisista acaba agotado mentalmente de manera cotidiana pues su sistema de pensamientos está invadido de forma constante por sentimientos de carencia, viendo a su yo falso siempre incompleto. Por eso los narcisistas son imparables en temas de competencia laboral, material e intelectual.
El rasgo que más esconde el narcisista es el de la envidia al igual que el resto de los seres humanos, pero el narcisista trabaja mucho más para esconder su pecado, ese sentimiento de inferioridad que podría ser descubierto y que bajo ningún motivo permitirá que suba a las superficies de su personalidad de manera voluntaria (siempre es de manera involuntaria la manifestación de envidia). Esto se debe a que justamente el yo proyectado del narcisista fue catapultado de manera falsa para dar la impresión de que su persona es invencible, grandiosa, segura de sí misma, y mostrando que no tiene necesidad de desear lo que el prójimo tiene pues precisamente él ya lo adquirió o está buscando adquirir, etc.
El narcisismo es precisamente un trastorno de la personalidad que en su núcleo albergará siempre una envidia profunda y obscura que el narcisista tratará a toda costa de esconder, y que solo la usará de manera sigilosa para obtener o superar lo que el otro tiene (y en muchas ocasiones incluso de despojar al otro de lo que tiene como en el caso de Caín y Abel). En el mejor de los casos, trabajará para superar al otro y echárselo en la cara. Esta parte es sumamente regocijante para los narcisistas. Trabajarán muy duro para superar o despojar al otro de lo que envidian y se plantarán frente al “adversario” para restregárselo y ver la reacción del otro. Al narcisista le gusta ver las expresiones de envidia en los demás pues es una forma en la que ellos reciben de los demás una admiración disfrazada (por lo menos eso siente su yo falso), por un lado, y por el otro, la satisfacción de lo que representa para ellos haber superado a los demás.
Por todo lo anterior, considero que el pecado de la envidia es el más dañino en nuestros tiempos. Incluso para los que nos imaginamos cómo sucedió la creación de las tinieblas cuando Luzbel se rebeló ante Dios por envidiar su poder, su creación y todo lo que Dios representaba, la envidia fue la causante principal del periplo espiritual que recorrería hacia las tinieblas, seguido del orgullo para no pedir perdón. El P. José Antonio de Fortea habla de manera maravillosa al respecto en su libro Summa Demoníaca.
En un mundo en donde cada vez es más común desear lo que el otro tiene por considerar que no se lo merece o que es injusta la cantidad de haberes que posee en comparación con las de las demás personas, las ideologías de la equidad de tipo comunista corren el peligro de caer en una narrativa (creo que siempre han caído en esa narrativa) de envidia escondida más que una ideología que apunta a alguna forma de superación personal.
Considero que la ideología libertaria, hablando de ideologías económicas y de poder, es la menos dañina y envidiosa por así decirlo, mientras que las ideologías de la izquierda marxista hoy en día se fundamentan de alguna u otra forma, en el deseo o visión acerca de lo que los demás no deberían tener, o por lo menos, que los demás no deberían tener todo lo que tienen (sin especificar nunca la línea divisoria entre lo que es mucho y poco), y que cualquier disparidad significativa de las posesiones es poco moral y ética. Esta dialéctica marxista no solo es acerca de los que tienen y los que no tienen, sino los que tienen muchísimo con los que tienen mucho o suficiente. El libertarismo por el contrario, está dirigido a estructurar como forma de vida, que no importa lo que cada quien tenga o adquiera siempre y cuando lo haya obtenido sin dañar a los demás y que no se perjudique a nadie por el resultado de ello de manera intencional. En el fondo, desde mi perspectiva, la izquierda marxista encierra en sí, un movimiento de envidia narcisista en su propia dialéctica.
Referencias
Fortea, J. (n.d.). Summa Daemoniaca Tratado de demonología y manual de exorcistas. Retrieved July 21, 2023, from https://liturgiacatolica.org/pdf/Summa_daemoniaca.pdf
Smith, R. H., Parrott, W. G., Diener, E. F., Hoyle, R. H., & Kim, S. H. (1999). Dispositional envy. Personality and Social Psychology Bulletin, 25(8), 1007-1020. doi:10.1177/01461672992511010
Tracy, J. L., & Robins, R. W. (2007). The psychological structure of pride: A tale of two facets. Journal of Personality and Social Psychology, 92(3), 506-525. doi:10.1037/0022-3514.92.3.506
Wikipedia Contributors. (2019, February 13). Envy. Wikipedia; Wikimedia Foundation. https://en.wikipedia.org/wiki/Envy
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